NI PERDÓN NI OLVIDO

"NI PERDÓN, NI OLVIDO". Frase gastada, deslavada, insípida, ante la impunidad actual. Aprendimos nada. Y lo reitero a cinco años de publicar este escrito. Se violan tantos de nuestros derechos esenciales como en plena dictadura y quienes lo sufren con mayor intensidad son los segmentos más vulnerables.
En Chile se pasan a llevar las vidas, los cuerpos, las almas, se violenta hasta al espíritu. Se irrespeta al ser humano. Somos “medios” -medios de producción (la fuerza productiva) y consumo-, para un engranaje que beneficia a tan pocos, que, en cifras macroeconómicas, son un número insignificante, inversamente proporcional al gran porcentaje de pobreza, que, en potencia, aumenta desproporcionada. La miseria siembra miseria. ¿Cuántos “medios” necesitan esos pocos seres “humanos”, para tapar sus carencias, cuanto “medios de consumo” necesitan desgastar -explotar, sobre estresar- para sentirse plenos? ¿A cuántas generaciones van a instrumentalizar?
Se conmemoran 47 (51) años del nefasto día en que el Estado de Derecho se quebró, en Chile, en post de esos pocos. La vida no se valoró, la integridad física y psíquica se degradó, la dignidad humana se pisoteó y, hasta hoy -11 de septiembre del 2019 (2024)- Chile sigue siendo un choapino; el mejor ejemplo, en Latinoamérica, de cómo el neoliberalismo no funciona como una ideología política ética. Es una “Filosofía económica” inmoral, deshumanizante que, al enarbolar como único principio la libertad individual, pasa a llevar esa misma libertad; la de los terceros, además de todos los valores que sostienen un legítimo Estado de Derecho. Ni el capitalismo clásico era tan descarnado.
Con la lastimera reparación que les otorga el Fisco a las víctimas de la dictadura - si llegan a judicializar las traumáticas vivencias de sus seres queridos y propias-, se repite la historia y de peor modo.
(37 días después de publicar este texto. Se corroboró lo frágiles que son las instituciones y, cómo el rugir de la impotencia coagulada, de décadas, nos volvió un colectivo. Una masa orgánica -sin coincidir en credos, posiciones políticas, económicas, ni sociales-, caminando, como nunca, hacia el mismo sitio: A que no nos siguieran metiendo el dedo en la boca -el pico en el ojo-. La rabia visceral de tantos años de frustración, de ruina económicas, de congojas y pérdidas de seres por falta de salud, de tanta desigualdad y burlas del Estado, en beneficio de los dueños del país, nos logró unir.
Cómo puede revolucionar un país el REsentimiento del “proletariado”. Pero, también; ¿cuántos niños, jóvenes, hombres y mujeres, fueron heridos, mutilados, violados y matados, los años venideros al 73’? ¿y el 2019?)
Es triste que el 11 de septiembre, fecha que debiese ser un símbolo, un hito, de la inhumanidad descarnada, donde un presidente valiente terminó siendo mártir, el país fue derribado y la fuerza (institucional) se superpuso a la razón. Repitiéndose la sordera, de esta, ante todo tipo de reflexión humanista. La coacción siguió -y, con pesar, creo que seguirá- utilizándose contra los ciudadanos, contra quienes “juró”, y debió, proteger, por mandato constitucional.
"NI PERDÓN, NI OLVIDO"; consigna rencorosa, doliente, triste, melancólica... La pronuncian personas que, a pesar de haber vivido los cobardes agravios del Estado en dictadura; torturas, vejámenes, violaciones, muertes, desapariciones, separaciones de los seres amados y más; no devolvieron con la misma moneda. Las organizaciones de familiares de Detenidos Desaparecidos y Presos Políticos se pasean por el centro de la ciudad con sus tristes rostros, y los en blanco y negro de las fotografías de sus familiares que hoy son un nombre grabado en algún memorial. Sueñan con encontrar “algo” (información, resto, indicio, ilusión) para cerrar las heridas. No se vengaron, no vejaron, torturaron, ni mataron, a los criminales, sólo esperan justicia, que, parece, no llegó.



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