(capítulo 3) Me importa un copi
Karmaclismo_humo
Capítulo 3
"Porque la vida es un sueño
Y los sueños, sueños son..."
Ariel Rot
No recuerdo porqué rompimos la "relacion platónica" la primera vez. Mis enojos se rumean, siempre son con efecto retardado. En octubre de ese año, creo que nos juntamos. No nos veíamos en persona desde mi último día en la oficina. Ya tengo las fechas nubladas, pasaron tantas cosas ese año. En esa maravillosa junta, en mi casa, donde no escatimé en atenciones, me sentí plena, pero recuerdo que él no veía tan feliz como yo.
Luego las ausencias, mis reclamos por WhatsApp, mis celos: "¿Y, mis sueños?" "¿Y, mis ilusiones?". ¿Pueden creer que su respuesta fue la sobre usada frase: "los sueños, sueños son"?
Bueno , las cursis preguntas lo ameritaban, también, aunque las hice con la cara empapada.
No hablaré de la pandemia, no hay ser humano tan despistado que ignore el desastre que quedó en todos los aspectos de la vida. A lo mejor por eso noto tan deshumanizados a los humanistas. Nos individuó más. Nos volvimos más "austistas". Aunque, sin diagnóstico, no etiqueto a nadie, ahora que todos se están autoautisteando.
Tampoco daré contexto político, me hostiga, me cansa, me hartó toda la parafernalia, para que la ciudadanía envidiosilla rechazara una Constitución "poco preparada", porque la escribió el populacho. Obvio que devolví la misma moneda a la escrita por los "expertos".
De todas formas, imposible que no se cuelen algunos antecedentes. Era post estallido y el ambiente estaba compulso, caldeado.
Ese año; entre clases de terapia regresiva y de eneagrama; clubes literarios, en principio, con los colegas de la U de Ralph; y cuanto taller de humanidades se me pusiera en frente; logré, sin mucho esfuerzo -ni intención-, que una terapeuta gestalt radicada en España, me recogiera de un hilo que armé en Facebook, con alrededor de 60 comentarios, en una publicación del "Maestro Jodo"; como le dice Moisés -donde, para variar, estaba haciendo el loco-. Fui su paciente por un año y me encontró tan inestable que no cobró ni una peseta (o euro). De cualquier manera, no tenía ni uno. Sólo una deuda con el Estado, por los prestamos de la pandemia, que aún conservo.
Aquel fin de año murió mi abuela paterna, no la veía mucho, pero justo alcancé a despedirme el día anterior. En el momento que avisaron hubo pelea familiar (Yo contra ellos. Tal vez debiera expresarlo al revés, pero, desde su perspectiva, siempre soy la victimaria). Por eso no me llevaron al funeral.
Desde la separación emocional de Moisés, a mediados de primavera, empecé una carta que llegó a tener 65 páginas, con intenciones de enviarla como regalo de cumpleaños. Me anticipé semana y media y la envié adjuntada a un mail insultándolo, luego de aquella pelea con mis viejos.
Tal vez por el revoltijo "psicoespiritualnewace" y todo los demás sucesos freak de ese año, el siguiente lo comencé con un brote psicótico. Literal. Pero de mi salud mental tampoco vine a hablar, aunque me tienta, ya que es otro de los motivos por los que me discriminan, aunque, el principal, no me sacarán de la cabeza que es la estúpida estética. Por mi forma corporal. O, por lo menos, lo fue gran parte de mi vida.
Durante la pandemia subí 23 kilos, incluyendo los 13 que había bajado mientras trabajé en el estudio con Moisés. En cada videollamada supongo que me veía mas gorda, llegué a los 106 -a mucha honra. He pesado más-.
Seguí a una influencer de "comer intuitivo", por redes sociales. Engordé más, en un principio, tal vez, pero nunca más conté una caloría, ni me pesé.
Fui libre. Libre de la esclavitud de las dietas, del miedo a la comida, a los carbohidratos. Comí lo que quise y, ahora, luego de mandar al cresta la moral alimentaria, me siento feliz con mi cuerpecito. Hasta me agradan mis rollos, flácidos y todo, ya más deshinchados.
Es que cuando te limitan más deseas, como en todo orden de cosas.
Aprendí que si tratas a la comida como droga, la consumes como adicto. Pero pasó mucho tiempo para que mi cuerpo y mis emociones se sincronizaran. Y no estoy diciendo que Moisés fuera superficial. No lo creo, no me hubiese fijado en él. Pero sí práctico.
Una obesita, cesante, loca, con trancas emocionales y mentales ya confesadas -sí, dije que mis técnicas de seducción son malas-, frente a una chica, sospecho que unos 10 o 12 años menor que yo, profesional en el área de la salud mental (que mejores herramientas para seducir), vigente en el mercado laboral, supongo que de tamaño estándar y, como bonus, con auto, ideal para época de toque de queda. Como me recalcó un par de veces Moisés, enalteciendo su valentía al ir a visitarlo. A mí ni siquiera me había invitado a su departamento.
A pesar de todo, al principio, cuando no conocía las ventajas que tenía "la otra", me sentía feliz con lo que me daba. Conversaciones por video llamada, con un trago, motita, lecturas, canciones. Algunas veces nos quedábamos hasta las tres de la mañana. Bueno, antes de ese julio.
Pero lloré sobre la leche derramada 4 años, y ni con todas esas lágrimas conseguí conmoverlo, en ninguno de los rounds, aunque siempre me hizo sentir que estaba por caer. Lo percibía vulnerable a mi cariño cita por medio. Algunas juntas mágicas, otras en las que terminaba llorando en mi cama de celos.
En ese ambiente partió el arduo trabajo de terminar Birdman. Recuperé los archivos más largo y actuales; entre mis memorias externas, correos y nubes. Eran caleta, más de diez versiones en distintos puntos de avance. También unas cuantas libretas con apuntes. El principal borrador manuscrito lo perdí, me traspapelé y lo tiré a la basura con algunos de los cuadernos de la U, aún rezagados. Unas 25 páginas no transcritas.
La verdad, ni me acuerdo de esa trama. En el texto de Word principal tenía más de la mitad "redactado", si pudiese decirse así. Los apuntes perdidos tenían la continuidad.
Sabía el final, sabía el desarrollo del desenlace y los personajes que debían aparecer, también los recuerdos del protagonista que debían estar, en toda la trama. Otro punto que tenía claro era la duración temporal de la historia. Pero el desarrollo de la trama central me estaba fallando.
No es policial, no es necesariamente un triller, ni menos con aspiraciones intelectuales. Quería reírme, hacer reír, demostrar mi narrativa y capacidad de desarrollar personajes, sin que tampoco fuera una novela psicológica. Sólo quería escribir algo como lo que disfruto leer.
Conseguí 6 lectores beta. Bueno, en realidad, 5 lectores opinantes y un profe: Ralph. Al término de mi batalla, sólo quedó en el naufragio, hasta el penúltimo capítulo, el teacher. No quiso leer el final. No lo dijo, simplemente, faltó esa última sesión.
La forma de corregir fueron las mejores clases de "castellano" que tuve en mi vida.
Ralph es un señor, tiene unos pocos años más que yo, pero es elegante y sofisticado, aunque no se de cuenta. Conservador, aunque tampoco lo note, pero no por eso intolerante, al contrario, pareció disfrutar cada capítulo, leyéndolos en voz alta, por video llamada, y; mientras corregía la ortografía, me peleaba la sintaxis u osaba poner en duda mi conocimiento sobre el significado de algún vocablo; reemplazaba cada una las groserías de grueso calibre, con ingenuas morisqueras de insultos, pronunciadas como todo un lord. Reía ante las ocurrencias de Birdman y, en ocasiones, no captaba las frases en doble sentido. Eso me enternecía. Fueron grandes sesiones y aprendí tanto, nunca dejaré de agradecérselo.
Pero otro tema trascendental para mí, era la documentación. La investigación.
No era un tema que manejara al dedillo. Soy sola, solitaria, diría que más hermitaña de lo que son los que se jactan de esa condición y tienen la agenda copada. Soy the real desadaptada. No tengo calle, como diría El Punkie (sobrenombre que siempre destiné para quien inspiró a "Birdman").
Fue harta investigación, la principal, entre fines del 2009 al 2012, por internet; textos de páginas punk y de vampirismo. También recorrí YouTube, fui escudriñando de a poco, pues no ocupo mucho esa página. Descubrí documentales, grupos. Hasta él aparecía codeandose con la jaiclass panketa. De esos videos empecé a armas escenas y películas mentales.
Del cotidiano que ellos registraban y subían, en aquellos tiempos, a esa plataforma: sus tocatas, sus carretes, sus amigos, sus amores, cree personajes de como los imaginaba, basándome en esos pequeños momentos biografiados; imágenes, videos, hasta a fotologs del año del ñauca llegué. Pero, lejos, la mejor fuente fue mi musa.
El segundo aire llegó el 2016, en el taller de escritura para egresados de la Tortales, mi ex U. Un maestro confió en mí al leer un relato inventado sólo para mostrar a este personaje. Me invitó a su taller particular. Ahí les leí los 4 primeros capitulos a los contertulios. Me agradaron las emociones contradictorias que provocaba: empatía, reconocimiento, osadía, desmadre. Sobre todo en los hombres. Luego el taller se diluyó. Y yo seguí batallando por emplearme, a esas alturas, en lo que fuera.
A fines del 2020 llevábamos corregidos, con Ralph y los lectores invitados que quedaba, los primeros 12 capitulos. Ya tenía "redactado" dos tercios de la novela, tal vez un poco más.
Mis opinantes me ayudaron a desarrollar varios aspectos del texto, sus sugerencias abrían mi imaginación, sobre todo las de Moisés.
Un personaje, en particular, trascendió en la historia gracias a su agudo ojo.También mis celos hacia una mujer de la que me hablaba antes de que le confesara mis sentimientos, me dieron la idea para otro personaje.
Así, en la marcha, se fue ensamblando todo, casi organicamente. Pero faltaba, faltaba mayor seguridad, de mi parte, en la verosimilitud de la trama.
Como durante los 10 años que demoré en escribí Birdman no salía ni a la esquina; por mis estudios y la pobreza de egresada cesante, o con trabajos temporales miserables; no cachaba una de cultura urbana, todo era teoría.
Necesitaba algo más serio, fidedigno, antecendentes históricos, culturales, políticos de esas décadas y, lo más importante, la locación del clímax y descenlace de la historia.
Ahí partió mi peregrinaje, a bastonazos de ciega, por el desconocido mundo de la literatura independiente chilena.
Nada conocía de ella. Ignoraba.
Pensaba que sólo existian: libros caros de librerías jai, libros pirateados, y San Diego y Manuel Montt -¡Ah!, y mi sucucho de Vergara. Notables ejemplares encontré ahí-. Obvio, me iba a las últimas opciones, la primera no era alternativa.
Para mí, la literatura independiente no existía, no había oído de ella, fue un descubrimiento. Como si hubiese sido una secta secreta, una logia.
Por eso leía clásicos y las curiosidades de las librerías añejas y bondadosas de textos usados; en su mayoría bastante económicos; rellenas de todos los estilos de encuadernados y empastado. Libros del año del copi, con un elegante deterioro, donde lo único importante son las letras que los completan. No portadas espectaculares. En su mayoría sobrios y pacientes, a la espera de llegar a algún librero de estudiante, o de un triste lector con pocos ingresos, como su servidora.
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